Tómate un tiempo para sentir.
Coloca tus manos sobre estómago, por debajo de tu ombligo y conecta con tu respiración.
Siente.
Tan sólo siente.
No busques explicaciones a tu sentir, no le pongas palabras. Simplemente reconoce tu dolor o tu alegría, tu tristeza o tu rabia, tu confusión o tu paz. Escucha y deja fluir tu sentir. No intentes desprenderte, no intentes distraerlo, ni siquiera si es doloroso, ni siquiera si te molesta, si te perturba. Tan sólo siente.
Respira y siente.
No busques culpables, no intentes dar con explicaciones, no te resistas, no mires hacia otro lado.
Poco a poco, notarás que el malestar se diluye, si tan sólo no te resistes, si tan sólo acallas tu mente, si no piensas en términos de culpa, ni dentro ni fuera de ti.
Entonces tu sentir será de serenidad y de paz. Si aceptas y comprendes...
Pon ahora tus manos sobre tu corazón y enciende dentro de ti una llama de amor. Deja que esa llama ilumine tu mirada y que su luz se extienda por todo tu cuerpo, por tu habitación, que inunde tu casa, tu barrio, tu ciudad. Ensaya esa mirada de amor sobre todo aquello que imagines, presente o no.
Enciende una vela, encendamos muchas velas que iluminen tu oscuridad y la mía, y la de este mundo tan confuso que sin duda se desenvuelve como debe, lo entendamos o no.
Y una música de paz para acompañarte en tu viaje interior. Gracias por estar ahí.
Escrito por María