El corazón es de la misma sustancia que el cielo.
Para un pensamiento alegre es como el sol al amanecer.
Para un pensamiento encolarizado es como la tempestad y la tormenta.
Para un pensamiento compasivo es como la brisa y el rocío.
Para un pensamiento severo es como un sol ardiente o una helada otoñal.
Para un pensamiento triste es como una tarde de niebla.
Todos estos aspectos se alternan, basta con aceptar su irrupción o su desaparición para sentirse libre como el universo, de la misma sustancia que el cielo.
Adaptado de Hong Zicheng, del libro Despertares.
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