Decía una historia que un hombre fue en busca de respuesta a la pregunta si la vida era fácil o difícil. Hospedado en casa de una familia le preguntó al marido. ¿Es difícil la vida? Sí, muy difícil, respondió él. No contento con la respuesta, le preguntó a la mujer. ¿Es difícil la vida? A lo que la mujer respondió: No, es muy fácil. Extrañado ante la disparidad de opiniones fue a la hija y volvió a repetir la pregunta: ¿La vida es fácil o difícil? Hombre, depende-contestó ella. Si la haces fácil, fácil. Si la haces difícil, pues eso, difícil. Depende de ti.
Y para terminar esta reflexión personal, primero te pregunto ¿cómo estás haciendo tu vida? ¿Fácil o difícil?
Y un texto muy inspirador del método Sedona que me encontré durante un crucero internáutico:
"«Sufro, luego existo». Por extraño que pueda parecer, esta afirmación refleja la forma en que muchos vivimos nuestra vida. Nos identificamos con nuestros problemas, pensando que somos los únicos que los tenemos. Es casi como si
creyéramos que justificamos nuestra existencia por el hecho de tener unos obstáculos que superar, unos problemas que solucionar, y por la cantidad de sufrimiento que somos capaces de aguantar. Nos identificamos también con el sufrimiento que nos creamos a nosotros mismos. Nos acostumbramos tanto a ser la persona con un
determinado problema que a menudo nos da miedo no saber quiénes seríamos sin él.
Cuando nos detenemos un momento a reflexionar sobre «nuestros» problemas, podemos llegar incluso a descubrir que hemos llegado a aferrarnos tanto a esos
patrones de pensamiento y conducta que es difícil imaginarnos sin ellos. En vez de estar abiertos a la incertidumbre que deriva del soltar, nos agarramos a la sensación artificial de seguridad que nos proporciona saber qué podemos esperar, aunque se trate de expectativas nada beneficiosas.
No tiene por qué ser así. Piensa en un problema que creas que tienes, y pregúntate:
«Preferiría tener la falsa sensación de seguridad que da el hecho de saber todo lo referente a este problema, o prefiero ser libre» Si prefieres ser libre, te soltarás
espontáneamente de tu apego al problema, o empezarás a descubrir soluciones naturales, en vez de justificar el problema o quedarte atascado en él.
• «Pero ¿de qué voy a hablar?» Muchos basamos una cantidad importante de nuestras comunicaciones interpersonales en procurar que los demás comprendan
nuestros problemas o en apiadamos de los problemas de los demás. A menudo adquirimos tanta destreza en exponer nuestros problemas a los demás que no
queremos abandonar nuestra experiencia. No es que compartir los problemas sea algo malo. De hecho, la libertad de compartir lo que te preocupa con otras personas suele
ser el primer paso del proceso de soltar y avanzar. Además, saber estar a disposición de los amigos y compañeros cuando están emocionalmente necesitados demuestra
que uno es un buen amigo. En lo que nos atascamos es en compartir continuamente el mismo problema, una y otra vez, sin alivio alguno.
Si observas que cuentas la misma historia más de una vez, comprueba si estás buscando el acuerdo o la aprobación de ese problema. Si así es, pregúntate:
¿Podría liberarme de querer que otros estén de acuerdo conmigo en que tengo este problema?
¿Podría liberarme de querer aprobación para este problema?"
Torre vigía. Lárrede. Foto de María |
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