El miedo es otra de las emociones primarias, que junto a la cólera y la tristeza conforman el ser humano. Cierta dosis de miedo es necesaria en nuestra vida ya que nos puede ayudar a sortear algunos de los muchos peligros que nos va a tocar vivir . Sin miedo caminaríamos al borde de precipicios y nos sumergiríamos en aguas turbulentas, sin calibrar los riesgos.
Por tanto, algo de miedo es sano y hasta "honroso", si nos ayuda a salvaguardar nuestra integridad física o emocional. Si no queremos pecar de ingenuos, hemos de aceptar que en el mundo abundan los depredadores de distintas especies, y reconocerlo no implica negar la bondad que, sin duda, existe, tanto fuera como dentro de cada uno de nosotros.
Sin embargo, atarse al miedo a través de nuestros pensamientos, acciones y, en especial, lenguaje, no resulta nada sano. Un miedo descontrolado se puede convertir en una fobia difícil de superar. Una fobia nos coloca en una posición de fragilidad que nos hace doblemente vulnerables a la situación que un principio generó miedo. Así que el miedo inicial, destinado a mantenernos alerta y prepararnos para la huida o el ataque, se convierte en algo irracional que nos deja impotentes ante el peligro.
Alimentamos nuestros miedos mediante el lenguaje que usamos: Me dan terror las arañas, no soporto las serpientes (ni en foto), me puede la oscuridad, le tengo pánico al coche, etc. Cada uno sabe y ha oído o dicho alguna de éstas o parecidas.
Es bueno mirar nuestros miedos desde otras perspectivas, reírse del propio miedo, bromear con nuestros fantasmas, hacerles un hueco en el armario y hasta en la cama.
Reírse de los miedos, no de los que los sufren (en especial, ser comprensivos con los de los niños, sin dejar de ofrecerles otro punto de vista) y aprender a caminar con ellos.
Miedo a cambiar de trabajo, a empezar una nueva vida, envejecer, a caer enfermo, a tener un accidente, a morir. A menudo me encuentro con gente que sufre estos miedos y se niega a hablar de ellos, es especial cuando la palabra muerte se introduce en la conversación. Miedo a la muerte. A la muerte de los seres queridos, a la muerte de uno mismo.
Atreveos a mirar a vuestros miedos cara a cara, y buscad en lo más profundo de vuestro ser qué los motiva y qué los mantiene.
Y jugad con ellos, como si fueran cometas al viento, hasta que un día, sin temor, seáis capaces de soltar el hilo y verlos desaparecer sobre el horizonte.