En el documental de El secreto nos cuentan que si empezamos el día de mal humor, podemos meternos en una espiral de acontecimientos negativos que no termina nunca. En cambio, si cada mañana pintamos una sonrisa en nuestro rostro (sonreír para estar felices) y nos disponemos a vivir con ilusión el día que nos espera sin perder la calma por pequeñeces, la vida nos mostrará su cara más amable.
Claro que también tenemos el derecho a un espacio para la tristeza, cuando toca. La tristeza es una emoción natural y básica que reequilibra nuestro cuerpo después de una perdida. Es tan importante no negarla como no abandonarse a ella. Las lágrimas que brotan del fondo del corazón liberan estrés y dejan espacio para otras emociones. ¿Cuántas veces lloramos y reimos al mismo tiempo?
A menudo, en los talleres de risoterapia, los juegos, las dinámicas de la risa y el baile destapan otras emociones como la tristeza o la rabia que permanecían bloqueadas. ¿Voy a un taller a reír y acabo llorando? Bienvenidas sean esas lágrimas que por alguna razón estaban reprimidas y por fin han dejado espacio para la risa.
Nos podemos permitir llorar pero no abandonarnos a la tristeza, hasta llegar a la depresión.
Sonreíd, saludaos con alegría en el espejo e intentad evitar quejas inútiles que contaminan vuestro aire y el de los demás.
Expresad vuestro enfado si lo sentís, sin llegar a la violencia física o verbal.
Sed conscientes de vuestros afectos y no os cortéis a la hora de decir "Te quiero" o de regalar besos y abrazos. Haced regalos espontáneos y disfrutad con consciencia de cada minuto, porque cada minuto es sagrado, aunque estemos solamente lavándonos las manos o charlando con unos amigos.
El amor, la tristeza, la alegría y la cólera son cuatro emociones básicas que nos enseñarán mucho sobre nosotros mismos si estamos atentos y nos permitimos vivirlas desde la consciencia.
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