Todos tenemos múltiples inteligencias que conforman nuestra
manera especial de ser y movernos por el mundo. La creencia de que una persona
es lista si es buena en matemáticas, por ejemplo, es una creencia
limitante, dado que uno puede ser brillante
en esta área y luego comportarse como un absoluto cebollino a la hora de
relacionarse con los demás o administrar su casa. Por cierto, no tengo ni idea
de lo que es un cebollino, aunque una de mis múltiples inteligencias es
utilizar el lenguaje escrito para expresar lo que siento o lo que sienten los
demás.
Mi hijo que, de acuerdo a los parámetros que establece la
sociedad para clasificar a la gente está considerado como “discapacitado”,
tiene también inteligencias variadas y a menudo dispares. Es tremendamente
hábil orientándose en sitios que sólo ha visitado una vez y es absolutamente
genial en lugares que ya ha visitado en dos ocasiones, y no digamos en tres. En
cambio, realiza preguntas totalmente absurdas la mayor parte del tiempo, o al
menos eso me lo parecen a mí. Preguntas del tipo: Cuando eras pequeña, ¿cuántos
años tenías?
En cambio hoy, una de sus preguntas, además de parecerme
absurda, me ha obligado a pararme a pensar si habría algo de segundas
intenciones detrás. Mamá, ¿por qué te reíste ayer?, me ha dicho. Al principio me ha hecho gracia y me he
reído. Pero luego he pensado, ¿me río tan poco que el hecho de que yo me ría
marca un hito en la historia de su día a día?
Ciertamente, sé que mi querida inteligencia emocional está
necesitada de una buena nutrición y muchos mimos. La inteligencia intrapersonal,
que tiene que ver conmigo misma, anda buscando un fuerte abrazo que le dé
confianza y le asegure que todo está bien. Hay momentos en que lo sé con
seguridad: todo está bien. Otras veces siento que llevo cien años vividos y que
me sobran los que se me echan encima. Entonces, ¿tendrá mi hijo razón? ¿Me río
poco?
Sí, tiene razón, aunque sé que probablemente a su pregunta
le faltó una segunda parte que no supo formular. Quizás en realidad quiso decir
algo como ¿Por qué te reíste ayer cuando yo dije…? O ¿por qué te reíste ayer
cuando pasó tal cosa?
No importa. Ahora tan sólo quiero recordarme a mí misma que
nunca nos reímos lo suficiente, y que la única manera de aligerar el peso de
los años es echando unas buenas risas, marcándonos unos buenos bailes, y
abrazando el presente con gratitud y serenidad.
Para más información sobre las Inteligencias Múltiples, consultar Howard Gardner
Escrito por María
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