No importa lo grande o terrible que te parezca.
Cierra los ojos un instante y escucha su voz.
Te está pidiendo que lo reconozcas.
Abre los ojos y míralo.
Siéntate un rato con él, como con un amigo.
Déjate sentir, déjate acompañar.
No estás sola, nunca estás sola.
¿Que duele? Sí, es dolor.
Pero si te lo permites sentir, ahondas.
Profundizas.
Te sumerges en algo distinto.
Bajo el dolor hay paz.
Hay aceptación.
Hay serenidad.
Y un poquito más allá,
hay un horizonte de libertad.
El único precio que tienes que pagar es una mirada. Una mirada de amor. Una mirada consciente de infinita compasión. Infinita ternura.
Y así tu dolor se disuelve, se deshace, se hace pequeño, tan pequeño...
Tan solo una mirada. No tengas miedo.
Abre los ojos y míralo.
Escrito por María
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