Este fin de semana me he atrevido con una nueva experiencia: un encuentro nacional organizado por la Asociación de Profesores de Yoga, realizado en los balnearios de Jaraba, Calatayud.
Aunque llevo poco tiempo como practicante de yoga, reconozco que hay algo que resuena profundo en mí cuando practico, medito o aprendo sobre lo que el yoga significa.
Me maravilla que sea una práctica milenaria que se desarrolló en la India, según algunos estudios hace más de 3000 años.
Encuentro numerosos puntos en común con otros sistemas de pensamiento que estudio, como por ejemplo Un Curso de Milagros o las enseñanzas de Tolle, pero el yoga añade un profundo respeto y atención al cuerpo. Unir cuerpo, mente y espíritu, alinearlos para que sean uno. Presencia consciente, amorosa y compasiva. Tantos maestros y maestras lo han dicho, lo han practicado y han acompañado a otros en el camino.
Cuidar y acompañar el templo de nuestro cuerpo, poner nuestra mente al servicio del amor, reconocer el espíritu, la esencia que somos: seres completos, amor perfecto. Y respirar, respirar, respirar. Inhalar amor, exhalar gratitud. Sentir que la respiración nos mece como las olas del mar, acompañarla en su tránsito por nuestro cuerpo, permitirle colmarnos de prana, de vida.
Ha sido una experiencia preciosa por la que estoy inmensamente agradecida al Universo, a mis compañeras de viaje y a todas las personas que organizaron el encuentro.
Aquí os dejo el enlace por si a alguien le apetece adentrarse en este mundo y obtener más información sobre lo que se vivió:
http://www.aepy.org/activid-zaragoza.html
Os animo a que curioseéis todos los caminos que os puedan llevar a liberaros de cargas y despejar el sendero hacia el ser de luz y amor que sois. No dejéis pasar ni un solo instante para gozar y disfrutar. Permitid a la vida ejecutar una danza alegre y consciente a través de vosotros.
Escrito por María
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