A Ana la
han despedido hoy del trabajo. El Organismo Oficial para el que trabaja
considera que hay que ahorrar, por lo que ha suprimido la mitad de los
programas que se estaban llevando a cabo con personas discapacitadas y en
riesgo de exclusión social. El marido de Ana trabaja a media jornada, así que
han decidido mudarse a vivir con los padres de él y dejar la casa alquilada en
la que llevaban viviendo dos años. Además de ahorrar el alquiler tienen que
despedir a Marta, la canguro que llevaba tres años ayudándoles con sus dos
hijos. Marta vive con su madre y su hijo pequeño. El trabajo le permitía
costearse unos estudios para mejorar su capacitación profesional. Ha tenido que
dejarlos. No es la única. En la academia donde estudiaba acaban de reducir la
plantilla a la mitad.
Juan, dueño del piso donde vivían Ana y su familia
no es un especulador. Compró una segunda vivienda pensando que sería el mejor
destino para los ahorros de toda una vida trabajando. Aún no ha terminado de
pagar la hipoteca y sus ingresos también han disminuido mucho por la crisis.
Así que decide prescindir de los servicios del encargado del almacén que lleva
trabajando para él más de cuatro años.
La mujer
de Juan tiene a su cargo a dos empleadas que trabajan en una guardería
infantil, un negocio que a duras penas va sosteniéndose a sí mismo. Varios
padres y madres se han quedado sin empleo en el último año, por lo que muchos
niños se han dado de baja. Ya no pueden costear dos hipotecas, la del negocio y
la del piso que perdió sus inquilinos porque alguien en un Organismo Oficial
pensó que saldría de la crisis ahorrándose puestos de trabajo y servicios a la
comunidad. Por tanto, a pesar de que preferiría no hacerlo, despide a una de
las trabajadores, la más joven, la de menos antigüedad.
Y esta
joven llega esta noche llorando a casa porque ha perdido su trabajo y sus
ilusiones, una oportunidad de formación y de futuro.
Y su
padre la contempla impotente, perplejo. El hombre es el que, de forma “unilateralmente
consensuada”, durante una reunión del Organismo Oficial, decidió que para
superar la crisis había que despedir a su empleada y recortar los servicios a
los más necesitados de esta sociedad.
Relato de ficción, real como la vida misma,
escrito por María testigo de historias similares que día a día se suceden a su
alrededor.
Cualquier piedra que lanzas al lago forma una onda,
aunque tú no la veas.
Tomada de la red |
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